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La investigación de partículas subatómicas había descubierto plegamientos insospechados en la energía y el espacio. No voy a narrar aquí las repercusiones que tuvo todo aquello sobre las teorías cosmológicas ni la revolución que supuso en todos los campos de la tecnología, pero sí os contaré quizás el más extraño de todos ellos: el ocurrido en el campo de la neurología.
Los piensos se detectaron en determinadas dobleces de las nuevas dimensiones del espacio que se acababan de descubrir (ver la Wikipedia del año 2098). Un pienso se definió como la micro-energía más pequeña que formaba un pensamiento, y se explicó que se asemejaba a lo que suponía un píxel en la fotografía digital, o un bit en la informática. Las primeras investigaciones se centraron en el intento de filmar un pensamiento, de traducir los piensos en imágenes inteligibles. Por fin se había conseguido un pequeño fragmento de algo que se parecía a algo y que era indudablemente el pensamiento de una persona, pero que presentado en una secuencia de imágenes más o menos reconocibles, resultaba a todas luces incongruente. Se sabía que la teoría era correcta, pero se necesitaba un filtro o moderador en el nivel de la profundidad psíquica que se quería alcanzar, y una interpretación inteligente de cómo juntar todas las piezas, en definitiva: encontrar un mecanismo que elaborase la información como nuestro cerebro. Posteriormente la atención de los científicos pasó al intento de manipular los piensos directamente sobre el cerebro humano. Se comprobó lo fácil que era eliminar o cargar nuevos piensos y se hicieron algunos experimentos de cuyos resultados es mejor no hablar en aras de salvaguardar el prestigio de la ciencia. En esa época se elaboraron mapas, se localizaron bolsas de recuerdos, se trató de delimitar el área de cada pensamiento; pero a la hora de actuar sobre el cerebro se producía la catástrofe: un pensamiento erradicado arrastraba un montón de otros componentes no deseados, y un pensamiento implantado generaba una verdadera convulsión de imprevisibles consecuencias —a cada acción se desataba el caos—. Nuevamente surgía la necesidad de encontrar un mecanismo que fuera capaz de manipular los piensos como lo hacía nuestro cerebro. Así surgió el nuevo interés científico por investigar cómo elaboraba el cerebro la información contenida en los piensos, lo que desembocaría en la invención del cerebro artificial.
Por fin, con la llegada del cerebro artificial, la piensología obtendría una herramienta imprescindible y tan necesaria para todos los avances que vendrían después.
En busca de precisión
En la actualidad
Con el descubrimiento de los piensos de energía, el cerebro artificial y la transmisión telepática, se consiguió disponer de un viejo sueño de la humanidad: La lectura del pensamiento. Un conjunto de nuevas herramientas que nos abrirían una ventana a las más desconocidas y misteriosas profundidades del ser humano pero que también nos marcarían los nuevos limites, porque habiendo conseguido un considerable conocimiento sobre el soporte físico nos faltaría aún la comprensión de lo esencial. Hemos llegado a saber mejor que nunca cómo es y cómo funciona el instrumento que genera la música, podemos reproducir y manipular sus notas, pero no sabemos nada de composición. Por eso, todos los que quemaron en la hoguera los libros sagrados y las investigaciones de Freud, se lamentan ahora de ese error. Y pienso que paradójicamente, como si se tratara de un ciclo que se cerrase, la próxima década se caracterizará por el auge y la revisión de todas aquellas ideas y conceptos que habían parecido obsoletos.
Véase también:
- La ética en la cirugía cerebral
- La piensología y el arte contemporáneo
- El origen del pensamiento
- El eco de las micro-energías en el éter (en inglés)
- Historia de los hitos, los héroes y los villanos de la piensología
- Cómo interpretar correctamente los pensamientos de tu pareja (Best Seller)
- Micro-energías y materializaciones
- El mapa de la psique
- La función del sueño
Imagen 1: Huellas de partículas subatómicas dejadas tras colisionar entre sí (Centro Europeo para la Investigación Nuclear CERN).
Película: Llegada de un tren a la estación de la Ciotat (hermanos Lumière, 1895).
Imagen 2: Sigmund Freud en 1922.
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