martes, 31 de agosto de 2010

El espíritu y la materia

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Entiendo como espíritu todo aquello que no es materia, es decir: lo fenoménico, es decir: el movimiento. Todo en el universo es materia y movimiento, y nada puede existir sin ellos. La Realidad funciona como un juego, con un tablero (el espacio), unas fichas (la materia), y unas reglas. El juego comienza con el movimiento (el espíritu que da vida a todo el sistema) y continúa en la medida en que transcurre el tiempo (evolución). Si bien es cierto que no comprendemos su finalidad, podemos constatar que a medida que el juego avanza, materia y espíritu se hacen cada vez más complejos y sutiles, de lo que se puede deducir que el juego se desarrolla en un sentido de única dirección y por lo tanto: sí existiría una finalidad.


Culturas primitivas versus altas culturas

Dice Marius Schneider (1): “Los objetos no son considerados realidades por la mística primitiva, sólo el ritmo que los invade los eleva a realidad (…) Por eso el tiempo (función del ritmo creador) se considera esencial, mientras que el espacio cuenta muy poco. (…) El pensar místico primitivo se niega a admitir que un objeto que puede variar constantemente de aspecto, pueda ser un valor real (…) Para un primitivo, una cesta dada vuelta en la cabeza es un sombrero: son distintos. (…) Y a dos objetos muy diferentes, los declara emparentados o idénticos (…) El ritmo de la cólera que se repite siempre igual en la tempestad, en los animales, en el mar, o en los seres humanos. (…) La forma exterior de objetos y personas es de poca importancia, existe algo más esencial y oculto bajo las formas: los espíritus que todo lo invaden. La concepción mística de las culturas primitivas es realista, artística e intuitiva, su carácter: dinámico. En las altas culturas la concepción es: geométrica, científica y abstracta, para ella la última verdad se verifica sólo en el reposo.”

Si el espíritu es el movimiento: todo está impregnado del mismo, ya que nada es estático. Entonces: ¿Por qué las altas culturas lo desdeñan? Creo que no lo hacen por virtud sino por insuficiencia. En el devenir evolutivo de la consciencia humana, ésta se separó del inconsciente con grandes dificultades, debió de tejer un entramado inteligible del mundo para conseguir la suficiente perspectiva y así poder emerger como algo autónomo. Más tarde y para afinar nuestras concepciones debimos aquietar al mundo, hacerlo estático y geométrico, lo que desembocó en la revolución del conocimiento científico. Pero el mundo no está en reposo, hemos desterrado a los espíritus, y con ello nos hemos también empobrecido. Todo lo que supone la realidad compleja de un mundo en movimiento lo hemos enterrado en el inconsciente, pero no por ello ha dejado de existir ni de operar, sólo que ahora existe y opera sin nuestro conocimiento.

Dice Jung (2): "Debo hacer una pregunta al racionalista ilustrado. ¿Le ha conducido su reduccionismo razonable a un dominio benéfico de la materia y del espíritu? - Informará orgulloso acerca de los progresos de la física y de la medicina, acerca de la liberación del espíritu de la sordidez medieval y, como Cristo bondadoso, acerca de la redención del temor a los demonios. Pero seguimos preguntándole: ¿A dónde han conducido todos los avances de la cultura? La respuesta terrible está ante nuestros ojos: no ha habido tal liberación del temor, una presión espantosa pesa sobre el mundo. La razón ha fallado hasta ahora en forma lamentable, y precisamente aquello que todos quisieran evitar, sucede en progresión espantosa. (…) ¿Y quién es el que realiza todo esto? - El espíritu humano, inofensivo, capaz, ingenioso y razonable, inconsciente desgraciadamente del demonio que le es inherente. (…) ¿Cuándo llegará por fin la época en que en vez de considerar al hombre sólo en su aspecto bárbaro, se busquen en serio los medios y los caminos para exorcizarlo, para conminarlo a que salga de su inconsciencia y de su locura, haciendo de esto una de las tareas más importantes de la cultura?"


(1) Marius Schneider: El origen musical de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas.
(2) Carl G. Jung: Simbología del espíritu.

Imagen: Noche estrellada, Van Gogh.

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