Cómo será la cosa, que debimos importar la palabra inglesa gay para que al referirnos a la homosexualidad masculina no tuviéramos que hacerlo con la tan peyorativa de marica.
Fotograma de Querelle
En mi juventud, con 16 o 17 años, me levantaba empalmado casi todas las mañanas. Desde un principio tuve muy claro que a mí lo que me iba eran las mujeres. Fui educado dentro de una familia latina donde no se hablaba casi nunca de sexo, y si se hacía era para contar algún chiste. No como esas familias germanas o nórdicas en las que todos sus integrantes deambulan en pelotas por la casa, se dan besos en la boca y el sexo pareciera no tener secretos para ellos. (Tengo entendido que entre los esquimales, si alguien pernocta en la casa, el anfitrión está obligado por cortesía a ofrecer que su esposa pase la noche con el invitado).
Para un hetero masculino solo la homosexualidad femenina tiene visos de ser algo agradable, excitantemente interesante, mientras que la homosexualidad masculina resulta grosera y desagradable. Sin embargo, en una época que frecuentaba yo los cines de arte y ensayo madrileños, tuve una erección homosexual mientras contemplaba la película de Fassbinder, Querelle. Como la película se estrenó en el 82, se puede decir que mi único conato gay ocurrió cuando tenía yo 22 años. También recuerdo que mi mejor amigo de la escuela, entonces tendría yo 15 años, era bastante afeminado y poeta, y nuestra diversión consistía en recorrer las calles del Madrid de los Austrias mientras leíamos sus poesías; pero no recuerdo que saliera el tema de su posible homosexualidad ni que ese tipo de atracción estuviera presente en nuestros encuentros. Como dije antes, yo siempre fui heterosexual. Puedo saber lo que siente un gay haciendo el amor porque después de todo los cuerpos no son tan distintos, de hecho, en una de mis relaciones de pareja practiqué la sodomía por error y no fue nada desagradable. Si acaso será el gay el que se pierde algo, pues no puede realizar el coito a través de una vagina. En cualquier caso, y volviendo a mi único episodio homosexual de excitarme con aquella película, eso significa que ese comportamiento cabe perfectamente dentro de las opciones sexuales disponibles, al menos en mi caso, y que si no llegué a indagar en esa temática fue porque no quise, pues si me hubiera dedicado, por ejemplo, a ver películas porno homosexuales, seguramente se hubieran repetido las erecciones.
David Bowie – Heroes (Live Berlin 2002)