jueves, 23 de junio de 2011

Mi ecosistema privado y las bacterias

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Toda la población mundial multiplicada por 20, ése es el número de animalitos que me estoy tomando con cada pastilla, unas 120 mil millones de bacterias vivas pertenecientes a 8 especies: Streptococcus thermophilus, Bifidobacterium breve, Bifidobacterium longum, Bifidobacterium infantis, Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus plantarum, Lactobacillus paracasei y Lactobacillus delbrueckii subs. bulcaricus.

Micrografía electrónica de baja temperatura de un cúmulo de bacterias E. coli (Escherichia coli) ampliado 10.000 veces. Cada cilindro redondeado es un individuo. Una variante de esta misma bacteria causó numerosas muertes recientemente en Alemania.

Lo que estoy tomando no es un medicamento sino un complemento alimenticio que se compra en las farmacias y que sirve para restablecer la flora intestinal, esto es: un probiótico.

Hace ya siete años que soy ovo-lacto-mico-vegetariano (1) y tres que me radicalicé aún más y me hice vegano. Pero no estoy faltando a mis principios por dos razones, en primer lugar porque aunque antes los llamé animalitos, las bacterias no son animales ni vegetales sino que  forman un reino aparte, y en segundo lugar porque aunque las ingiera no las estoy devorando sino invitándolas a formar parte de mi organismo, mi cuerpo no va a digerirlas sino que les va a hacer un sitio en mi intestino formalizándose así un maravilloso acuerdo de mutuos beneficios, esto es: una simbiosis.

Se dice en la red:

Muchas especies animales dependen muy estrechamente de su flora intestinal. Por ejemplo, sin ella, las vacas no serían capaces de digerir la celulosa ni las termitas alimentarse de madera, ya que no son ellas mismas sino su flora intestinal las que son capaces de procesar este tipo de alimentos. En el ser humano la dependencia no es tan radical pero sí es importante. Ayudan en ocasiones a la absorción de nutrientes y forman un ecosistema complejo que se autorregula y se mantiene en equilibrio. Ver en la Wikipedia

En el cuerpo humano hay aproximadamente ¡diez veces más cantidad de células bacterianas que de células humanas! de las cuales un gran número se encuentran en la piel y el tracto digestivo. Aunque el efecto protector del sistema inmune hace que la inmensa mayoría de estas bacterias sean inofensivas o beneficiosas, algunas bacterias patógenas pueden causar enfermedades infecciosas, incluyendo cólera, sífilis, lepra, tifus, difteria, escarlatina, etc. Ver en la Wikipedia

Es fascinante darse cuenta que nuestro cuerpo no es un monolito sino un pluriorganismo lleno de células que viven se reproducen y mueren autónomamente (2), y que de ese conjunto de células que viven para dar vida "al gran ecosistema" que somos cada uno de nosotros, la mayor parte de ellas ni siquiera son humanas sino que pertenecen a otros seres vivos, como son los virus y las bacterias.

Our House - Crosby, Stills & Nash


NOTA: El mundo de la biología y el de la medicina, me parecen tan fascinantes como complejos y yo, que soy un profano en ambas materias, pido disculpas por anticipado por si he cometido algún error de bulto.

1.- Lo de mico-vegetariano es una invención/aportación mía y se refiere a que además de vegetales, huevos y lácteos, los vegetarianos consumen igualmente hongos, lo que no está incluido en esa expresión tan pretendidamente informativa que se emplea para definir la dieta de los vegetarianos no estrictos.

2.- Los glóbulos rojos sólo viven unos 120 días, las células que recubren el estómago y las de la epidermis un par de semanas. Cada tejido tiene su tiempo de renovación y sólo las neuronas de la corteza cerebral, y pocas más, parece que duran hasta la muerte. Ver en la red

11 comentarios:

Vanbrugh dijo...

"aunque las ingiera no las estoy devorando sino invitándolas a formar parte de mi organismo, mi cuerpo no va a digerirlas sino que les va a hacer un sitio en mi intestino formalizándose así un maravilloso acuerdo de mutuos beneficios, esto es: una simbiosis."

Me ha gustado mucho este argumento que, con pequeñas modificaciones, me apresuro a adoptar para usarlo en defensa de mi prácticas omnívoras: en efecto, aunque yo ingiera vacas, besugos y otros animalitos, entiendo que no estoy devorándolos, sino invitándolos a formar parte de mi organismo, mi cuerpo va a hacerles un sitio en su más íntima estructura celular y a formalizar así un maravilloso acuerdo de mutuos beneficios. El de mi cuerpo es evidente. ¿El suyo? También: pasar a formar parte de un organismo superior. Un indiscutible ascenso profesional.

Saludos.

Ātman dijo...

Tú es que eres demasiado espiritual, Vanbrugh. Y te felicito por ello.

Otro saludo para ti.

Vanbrugh dijo...

Pues tú te reirás pero, ya en serio, siempre he pensado que la de la alimentación es una buena vía de relación con el mundo, muy satisfactoriamente espiritual -además de otras cosas- en el mejor sentido de esta sospechosa palabra. Una buena comida, en un buen lugar y con buena compañía es una experiencia que tiene algo de místico. Comiéndomela, en cierto modo, me hago uno con la vaca.

C.C. dijo...

En este mismo sentido, me explicó un amigo mío cómo entendía la reencarnación. Una vez muerto y descompuesto, sus atomos enterrados serían ingeridos por algún vegetal que a su vez lo sería por un ser. Claro que discutimos otras muchas posibilidades de "sembrar" nuestros atomos. Los míos iban al mar y los aspiraba un delfín.Jeje.

Ātman dijo...

No me río, Vanbrugh, todo lo contrario. Esos pensamientos/emociones que acabas de comentar pertenecen a una concepción mística que no sé situar cultural ni históricamente, pero que llegaron a mis oídos a través de una persona de nuestra civilización que convivió durante algún tiempo con los indígenas en un poblado amazónico. Ésta persona decía que los cazadores de monos no los mataban sin antes tranquilizarlos, el mono ya inconsciente por la acción de las flechas envenenadas, pero todavía vivo, recibía información sobre el hecho de que su muerte serviría para que su espíritu pasara a formar parte de los cuerpos de los que se lo iban a comer. Algo parecido hacían con los jaguares, solo que a éstos no se los comían sino que los adormecían para llevárselos lejos del poblado.

Algún día tengo pensado escribir sobre esa paradójica contradicción que se da entre una moral altamente espiritual y unos actos que no le van a la saga. Por ejemplo: Derramando la sangre de esta virgen jovencita lavaremos los pecados de la humanidad… y cosas así.

Ātman dijo...

Hola CC, te colaste mientras escribía la contestación para Vanbrugh. Es curioso cómo un post, en principio tan científico, ha derivado en cuestiones tan místicas. Me felicito a mí mismo, pues creo que esa es una de las labores a las que me encantaría poder servir con mi escritura: unificar lo científico y lo espiritual. El caso de la reencarnación al que aludes se parece a los sentimientos de Vanbrugh, se considera que el espíritu de la persona o del animal estaría contenido en las células o en el cuerpo, y que una vez que el cuerpo muere el espíritu persigue al maltrecho cúmulo de carnaza que alguna vez fue su vida material, dondequiera que vaya.

Ātman dijo...

Fe de erratas: En mi anteúltimo comentario “saga”, con “z”

Dante Bertini dijo...

ya me gustaría ser como usted, vegano, lo felicito de verdad, pero después de dos años de macrobiótica decidí que la vida se me hacía muy difícil: ya soy bastante diferente a las mayorías y eso trae complicaciones de todo tipo.
En cuanto a la reencarnación, una cómica argentina con mucho talento, Niní Marshall, contestó a la pregunta sobre su creencia en ella diciendo:
"Cómo no voy a creer, ¿acaso los cerdos no se reencarnan en chorizos?"

Lansky dijo...

Estoy de acuerdo con vanbrugh, por supuesto el caso más extremo es también poco recomendable: el canibalismo

Ātman dijo...

Hola, Dante. Te entiendo perfectamente. Y me ha encantado lo de la reencarnación del chorizo, frase que pasará a formar parte (como decía un tío mío) de mi acerbo cultural.

Ātman dijo...

Hola, Lansky. Bien traído lo del canibalismo, práctica mística que también se basaba en la idea de la asimilación carnal y espiritual de los vencidos. Y es que hay amores que matan.