martes, 23 de noviembre de 2010

Los dientes del diablo

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Para los esquimales la pérdida de la dentadura supone el fin de la vida. A falta de otras herramientas, los dientes son indispensables para, entre otro sinfín de aplicaciones, masticar la carne que ingieren cruda y que es su única fuente de alimento. Una persona llegada a este punto está completamente a merced de que alguien le mastique la carne o morirá, y la suegra de Inuk decide hacer esto último, exponerse a los osos polares para ser devorada y así acabar dignamente con su vida. Qué puede pensar entonces Inuk cuando descubre horrorizado que su primer hijo ha nacido sin dientes, si además y desde que ocurrió se siente acosado por la culpa de haber matado a un hombre. Éste es el argumento de una preciosa película de Nicholas Ray llamada Los dientes del diablo.

Antiguamente tan aisladas e ignorantes como nuestro personaje anterior se hallaban las gentes sin la divulgación científica y el acceso a la información que disponemos hoy en día. Por eso no es de extrañar que se forjaran poéticas asociaciones a ciertos enigmas que desafiaban toda explicación. Qué se podía pensar ante el increíble cuerno de un narval sino que perteneciese a un hermoso caballo blanco, el unicornio; encontrar esqueletos de peces fosilizados en pleno desierto o caracolas marinas en lo alto de las montañas, no podía significar otra cosa que la evidencia del diluvio universal; o los esqueletos de los dinosaurios la demostración de la existencia de los dragones. Al igual que ocurre con la etimología de las palabras, existe una etimología de las leyendas, y de la misma forma que no existe el crimen perfecto, se pueden rastrear las huellas de casi todo. (Pero también es muy fácil caer en falsas interpretaciones y con esa advertencia debe leerse todo mi post, pues sólo se trataría de suposiciones sin ninguna garantía de objetividad). Otra más, que oí o leí no sé dónde, explicaría el por qué de la mala suerte que se obtiene al pasar por debajo de una escalera, y consiste en que al apoyar una escalera contra una pared; suelo, pared y escalera forman un triángulo, símbolo de la divinidad, y que al atravesarlo lo estaríamos profanando. No todas las leyendas tienen necesariamente que surgir de un equívoco, pero es interesante descubrir las posibles vinculaciones con los hechos o las ideas que las generaron.

Por último, un hecho que puede ayudarnos a entender como se forja el entramado de la mitología humana —y por extensión de su pensamiento—, es el relativo al acontecer perpetuo de la alternancia entre el día y la noche. Aunque sabemos que es la tierra la que gira, la impresión íntima es que es el sol quien aparece, se eleva, desciende y vuelve a desaparecer.

El sol nace al igual que nosotros y se eleva, en su cenit está en lo más alto para luego comenzar un movimiento descendente de ocaso y por fin muere y desaparece como tragado por la tierra.

Las analogías con todo el pensar y sentir humanos son tan evidentes y básicos que asustan. ¿Podría ser ese el origen de conceptos tales como alto-bajo, luz-tinieblas, bien-mal, vida-muerte? Yo creo que sí, y dejándome llevar aún más lejos, diría que la observación y teorización de ese acontecimiento astral ha sido, y es, la piedra angular de todas las construcciones mentales humanas.



Imagen: Los dientes del diablo (The Savage Innocents), Nicholas Ray, 1960.
Video: 2001: Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968).





2 comentarios:

Lansky dijo...

El problema, a mi juicio, es que ahora la gente tiene teóricamente más información (está a su disposición, cosa que no tenían los esquimales, que, por cierto, se llaman a sí mismos 'inuit', esquimal es término del colonizador anglosajón), pero no son necesariamente más sabios. Y ya no se forman mitologías hermosas que ayuden a estar en el mundo, sino simples rumores y cotilleos sin substancia. Por cierto, a peli de Ray era preciosa, pero Anthony Quint era un'inuit' muy inverosimil

Ātman dijo...

Me ha gustado mucho tu comentario, sobre todo por venir de ti. Es verdad que estamos más informados pero no por ello somos más sabios (incluso somos más zafios) y tienes más razón aún con lo de la inverosimilitud de un careto totalmente mediterráneo haciéndose pasar por inuit (mi corrector de Word dice que la palabra no existe, y no sé si alguien más aparte de ti, sabrá que inuit es sinónimo de esquimal, pero gracias por la información).