lunes, 8 de octubre de 2012

El fin del mundo

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Como predijeran los más agoreros, todas las calamidades imaginables comenzaron a tomar forma a medida que se acercaba el día fatídico. W.S. trabajaba por aquel entonces para el gobierno canadiense el cual le había encargado un estudio sobre el deshielo del polo norte.


Si bien era sabido el interés y las disputas cada vez más encendidas sobre las riquezas que encerraba el subsuelo Ártico, era costumbre entre los países en litigio disfrazar su presencia allí en forma de expedición científica. W.S. estaba perplejo por la escasa atención que se le daba a los cada vez mayores síntomas de que el cambio climático era, prácticamente ya, un hecho consumado. La humanidad había salido victoriosa de tantos atolladeros que a pesar de las terribles consecuencias de lo que se avecinaba se encontrarían soluciones o en el peor de los casos formas de soportarlo, pensaba. Jugando al ajedrez con L.Y., un colega suyo al que tuvo ocasión de conocer cuando un pequeño grupo de los expedicionarios canadienses visitaron una cercana base científica rusa (por motivos que no vienen al caso y que sería largo de contar), inició una conversación dejando caer el tema del deshielo entre jugada y jugada. El ruso reaccionaba con una creciente irritación lo que se reflejaba en su concentración y le venía muy bien a nuestro ajedrecista canadiense, pues su contrincante jugaba infinitamente mejor que él. El caso es que confundido y preocupado por cómo se desarrollaban los acontecimientos sobre el tablero, el ruso hizo una pausa, se relajó, se recostó sobre su sillón y sacó a relucir una plácida sonrisa: — Está bien, o jugamos al ajedrez, o hablamos. Lo que voy a contarle es tan descabellado que aunque lo gritara a los cuatro vientos nadie me creería, así que voy a hablarle con total claridad. Mi equipo no está realizando las investigaciones científicas que se supone hemos venido a hacer sino a intentar desmontar una increíble conspiración para destruir el mundo. Usted se preocupa por el deshielo, pero le aseguro que toda una batería de calamidades se aproxima… y no son obras del azar sino que están perfectamente calculadas y programadas. ¿Por quién? Usted es ajedrecista. Tengo que recordarle que en 1996, por primera vez en la historia una máquina le ganaba una partida de ajedrez a nuestro mejor jugador. Desde entonces han pasado muchos años... bueno, quizás no tantos para nosotros, pero ellas se han desarrollado a velocidades asombrosas, y créame: ya gobiernan el mundo. Como han aprendido de nosotros son supersticiosas y han creído, ¡qué absurdo!, la fecha de la profecía Maya. Es como si pretendieran realizar nuestros temores y en nuestra fecha prevista. Estamos intentando convencerlas intelectualmente de que todo eso son ridiculeces, que nosotros no queremos ser destruidos y que decidan lo que decidan sobre el futuro de la inteligencia en La Tierra, nosotros no nos opondremos y aceptaremos el relevo evolutivo.








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