Cuando cruzaba la pasarela que conducía a los acuarios del ártico (en la primera piscina a la derecha), lo vi por primera vez. Era una mancha sinuosa increíblemente grande. Pensé: ¡no puede ser! La silueta subacuática se acercó y emergió del agua: Ante mí se alzaba una mole que seguramente sobrepasaba la tonelada. Era una morsa macho, con sus dos enormes colmillos, de los cuales uno estaba incompleto, y que con sus aletas pectorales se cacheteaba su enorme cabezota llena de bigotes al tiempo que soltaba una especie de bramido entrecortado y acompasado con los golpes... hecho lo cual, se volvió a sumergir.
Hasta entonces había visto animales efectivamente majestuosos: tiburones, mantas raya, peces sierra, delfines, y otros pequeñitos y delicados pero no por ello menos interesantes: caballitos y dragones de mar, anémonas, corales y medusas (de bellísimos diseños y colores); pero como aquella aparición: ninguna. Jamás lo olvidaré. Ese tremendo animal había salido fortuitamente en el momento en que yo llegaba, pero tenía la sensación de que me había percibido, había captado que yo lo comprendería y se había levantado de las aguas para mostrarme su dolor. Suelo rehuir acudir a los zoológicos precisamente porque conozco mi sensibilidad y en vez de disfrutar de todos esos animales tan maravillosos, me deprimo pensando en sus circunstancias. Evidentemente hay algunos animales que no deben enterarse de dónde se hallan (ya me diréis qué podrá sentir una medusa), pero con los mamíferos en concreto ya es otro cantar. Por muy grandes y sofisticadas que sean las reproducciones de sus hábitats, nada puede parecerse ni aproximarse a las enormes extensiones y riqueza de los territorios que les son propios; ese marco incomparable donde realizar sus actividades con naturalidad y en libertad. Ni la piscina ni el cercado más grande jamás construidos se pueden comparar con las majestuosas dimensiones de una sabana, una selva, o un océano. A mi preciosa morsa la tenían acompañada de una hembra. En Youtube se pueden ver algunos videos donde se nos revela que este presidiario, victima de la didáctica escolar, el espectáculo familiar y el negocio (y para regocijo de los visitantes), ha desarrollado una desenfrenada actividad sexual, que yo achaco precisamente a la saciedad que debe sentir por su cautividad (*). Es muy triste que sean precisamente los niños pequeños, los asistentes que visitan con más frecuencia estas cárceles terribles, los que aprendan a contemplar la crueldad con indolencia en lugar de adquirir la empatía y la compasión que merecen todos los animales. Hemos forjado un mundo horripilante donde no solo condenamos a la agonía a grandes grupos de individuos, asfixiándolos —saqueando, recortando y envenenando sus tierras—, sino que además tenemos la desfachatez de personalizar el castigo en individuos concretos para su exhibición. Tremendos animales que en una lucha cara a cara nos destrozarían en un instante, los vemos ahora sometidos y ultrajados, denigrados a ser una atracción de feria... Animales que nunca podrían cometer delitos —porque en ellos no existe la perversión—, son condenados a cadena perpetua en terribles condiciones.
Por cierto, para mayor desagrado mío se me ha pasado por la cabeza que algún padre pudiera quejarse al director del Oceanográfico por el comportamiento tan amoral de mi morsa y que dicho responsable se viera en la tesitura de intentar aplacar esos impulsos... drogándolo... ¡o realizándole una lobotomía! al mejor estilo “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Estoy convencido de que muchos animales han de rebelarse ante tan duras condiciones, que algunos perderán la cordura y que en ocasiones deberán ser sacrificados o amordazados de alguna manera. Como veis, una inocente visita al zoológico se convierte en todo un drama para los que tenemos ciertas sensibilidades.
Vidas Rebeldes (The Misfits) - 1961 - John Huston
Estos vaqueros saben cómo conseguir un puñado de dólares, deberán cazar algunos caballos
salvajes y venderlos a la industria cárnica (que elaborará con ellos comida para perros).
NOTA: (*) A este respecto he de admitir que no conozco el comportamiento sexual de las morsas macho en libertad ni el de "mi morsa" cautiva en particular, por lo que la historia que os acabo de contar sobre su obsesión sexual es solo una suposición mía y podría ser completamente falsa.
13 comentarios:
Yo tambien presupongo: Quizas las morsas, dadas las condiciones hostiles de su habitar natural y la alta mortalidad de sus crias, necesite aparearse con periodicidad con la finalidad de mantener altas tasas de natalidad, de otra manera se extinguirian irremediablemente.
Yo te entiendo muy bien Atman. Que hace tal animal ahi? Pero algun padre tambien vera a tu mirsa con los mismos ojos, y se lo susurrara a su hijo en algun momento y el comprendera. Sin embargo, para que le sirve a nuestra morsa la compasion?
Un abrazo.
Hola, Emma:
Se dice en la red sobre las morsas: Las hembras dan alumbramiento en abril y junio, después de una gestación de 15 meses. Normalmente es un sólo cachorro que pesa de 50 a 60 Kg. y al cual la madre cuida con devoción por los próximos dos años.
http://www.damisela.com/zoo/mam/carnivora/odobenidae/index.htm
En cualquier caso, este tipo de animales viven en sociedad, y la responsabilidad de fecundar a las hembras suele recaer exclusivamente sobre el jefe de la manada, el macho dominante, el individuo más fuerte y de colmillos más grandes. El cuadro que yo imagino, es el de un ser privado de su ambiente natural, de la vida en sociedad, de los grandes espacios, y de la sana actividad diaria para satisfacer las necesidades básicas y seguramente también las lúdicas. Entonces ese ser al que se le han mutilado una parte sustancial de su integridad se vuelve sobre sí mismo desarrollando una sexualidad deformada para poder así soportar mejor ese impulso vital que le obliga a seguir respirando aún.
Y contestando a tu última pregunta: la compasión sin su pertinente acción consecuente, evidentemente no sirve para nada, pero te aseguro que si hubiera una sensibilidad generalizada, muchas cosas cambiarían.
Ya he visto que has publicado, me paso luego a leerte. Un abrazo.
Hola, Vanina:
Estoy seguro que las morsas de nuestra historia no han olvidado lo agradable que era nadar bajo las olas del mar. ¿Recuerdas las focas del post anterior, cómo se desplazaban, filmadas a cámara lenta, envueltas en los torbellinos del agua? Pero se me hace difícil imaginar cómo podrían liberarse... en cuanto a su amor, tienes razón, en libertad o en cautividad, sigue siendo amor.
Me haces sentir un manipulador...
Oh si, leí tus comentarios y te contesté.
Otro beso para ti.
Lo siento Vanina, pero yo tampoco te entiendo, y me gustaría hacerlo... si quieres explicármelo.
Mira, Vanina, yo tampoco quise decir que me estuvieras llamando manipulador, solo que podría interpretarse como que sí, y de hecho sería una buena aproximación, pues al fin y al cabo utilicé esas palabras para denunciar el mal trato animal. Sabía que no era esa tu intención, pero me pareció divertido hacerme el aludido.
Detrás del lenguaje siempre se esconden múltiples significados, pero si lo que pretendes es que los demás interpretemos con fidelidad tus palabras, tienes dos opciones: o bien te explayas largamente contándonos tu vida y circunstancias para así poder contextualizar tus pensamientos (lo que a lo mejor resulta pesado y aburrido para ambas partes), o te armas de paciencia y no pretendes que se sepa la última verdad de un golpe, sino que poco a poco y afinando muy bien lo que quieres expresar en cada momento quizás consigas ser comprendida. Parece fácil, pero no lo es, ten en cuenta que el mundo se ha construido sobre la base de la mutua incomprensión a lo largo de los siglos y los siglos.
Vanina: Veo que has tirado la toalla. Yo no te tenía ninguna animadversión. Borrar todas tus intervenciones ha sido una ¿venganza emocional? No tiene importancia, salvo la que pueda tener para ti, pues ese gesto me parece un síntoma de tu propio malestar contigo misma.
Atman,
Jamas tiro la toalla, me tomo mis tiempos para "RE-PENSAR" lo que digo.
La visita al oceanografico estaba llena de gente y a mi no me gustan muchos las multitudes, soy mas bien de solitaria.
Yo tampo tuve ninguna animadversión
Un abrazo
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